El caos y la crisis económica que acompañan a la pandemia han revelado nuestras vergüenzas y debilidades como comunidad, acelerándolas. En este nuevo comienzo del siglo XXI, nos enfrentamos a una democracia afectada por la escasez económica, lejos de la utopía de una riqueza bien distribuida. El autor señala que las democracias contemporáneas están agotadas materialmente, lo que plantea dudas sobre nuestra adhesión emocional a un sistema político que no puede garantizar la igualdad económica para todos. Para mantener una democracia duradera y de calidad, es necesario una clase media amplia e intensa, algo que parece estar desapareciendo en la sociedad actual. En resumen, la situación actual marca una diferencia significativa con las ideas tradicionales de soberanía y representación.