El Hombre económico -la figura postulada en la economía neoclásica- es un individuo (egoísta) con procesos mentales totalmente racionales que le permiten analizar información (siempre presente) para tomar la decisión más conveniente entre las opciones disponibles. Sin embargo, según Campos Vázquez, el modelo de elección racional es útil, pero no suficiente, para abordar las decisiones económicas de los agentes. No solo los individuos pueden cometer errores, incluso cuando tienen toda la información disponible (los procesos de pensamiento inmediato e intuitivo pueden combinarse de diferentes formas con procesos racionales complejos, dependiendo del contexto de la decisión), sino que también entran en juego factores sociales como la reciprocidad, la confianza y el altruismo. Estos temas, relacionados con los mecanismos de toma de decisiones para la asignación de recursos escasos, son desarrollados y probados en la economía del comportamiento, una disciplina que construye modelos complejos para complementar la perspectiva neoclásica. La Economía y la Psicología nos han introducido en este tema y nos han mostrado cómo el análisis del comportamiento en las decisiones económicas es una herramienta particularmente útil, e incluso crucial, no solo para comprender el funcionamiento de la economía, sino también para proponer soluciones a grandes problemas sociales como la desigualdad de ingresos, brecha salarial entre géneros, índices de criminalidad y corrupción entre funcionarios públicos, entre otros casos destacados.